Para muchos sentir el viento en la cara, que les crece la barba o el beso de la persona amada, son cosas cotidianas.
Pero Mitch Hunter las valora como un tesoro luego de todo lo que ha vivido. Su historia te conmoverá hasta las lágrimas, y te hará creer que cuando se quiere todo es posible.
La peor desgracia llegó a su vida en el 2002. Mitch viajaba en un auto con un amigo y la pareja de éste.
De repente el conductor perdió el control del vehículo y se estampó en un poste. Su amigo murió, y para salvar a la chica Mitch la empujó hacia fuera.
En ese movimiento un cable se atoró en su pierna derecha.
Estaba atascado en el asiento y, además de todo, ese cable le dio potentes descargas eléctricas. En pocos segundos su rostro quedó desfigurado.
La ambulancia llegó tarde; Mitch estaba casi muerto y su pierna no podría ser salvada. Despertó en el hospital, con la noticia de la muerte de su amigo y la tragedia en su cuerpo. Tras decenas de operaciones su autoestima estaba por los suelos.
Cada vez que salía a la calle los niños se asustaban y las personas mayores se burlaban de él. Todo empeoró cuando supo que su novia estaba embarazada.
Qué pasaría si su propio hijo vivía con miedo de verlo a la cara Si se avergonzaba de salir con él al parque o cuando fuera por él a la escuela
Mitch no podía vivir con esa idea y, desesperado, aceptó someterse a una operación de trasplante de rostro. Sabía que el riesgo era alto; quizá su organismo no aceptaría una piel ajena, el peligro de infección era alto y sólo se había practicado una vez en Estados Unidos.
Pero nada se comparaba con la manera en que lo trataban quienes lo veían en la calle, y el temor de que su propio pequeño lo rechazara.
El día llegó. En el 2012 Mitch se sometió al trasplante. Fue una operación de más de 14 horas, en la cual intervino un equipo de 30 personas, entre médicos y enfermeras.
Despertó de la anestesia sin problema, pero tuvieron que pasar varios meses para comprobar que su cuerpo realmente había aceptado su nuevo rostro y que pasara la hinchazón.
Luego de siete años de todo eso, Mitch es un hombre feliz. Con tristeza recuerda todo lo que vivió, pero hoy es dichoso al lado de sus tres niños.
No importa que su rostro se vea diferente y que sólo tenga una pierna, diariamente agradece a Dios la oportunidad de vivir.
Lo que quiero decir a la gente es que no se preocupe por cosas sin importancia. Díganle a sus seres amados lo importante que son para ustedes, demuestren su amor, porque nunca saben en qué momento ya no estarán a su lado.
Mitch lleva una vida normal, ama a sus hijos con todo su corazón, disfruta su trabajo y vive cada segundo al máximo.
No te parece una historia increíble de superación Personas como él nos demuestran que nosotros decidimos de qué manera disfrutamos la vida.