Vivimos en una época en la que se busca igualdad de género, tolerancia, aceptación e incursión en la sociedad de personas con alguna discapacidad. Esto es una realidad que, afortunadamente, se va consiguiendo poco a poco.
Pues bien, la historia que te contamos a continuación, trae el testimonio de una universitaria que vivía al lado de una tienda que tenía empleado a un muchacho con Síndrome Down. Y esto es lo que ocurrió:
“Estaba en la caja de la tienda a la que suelo ir para hacer mis compras: Allí hay un empleado muy amable y agradable que se encarga de empaquetar las compras.
Él es un chico con Síndrome de Down que siempre guarda todo con mucho cuidado. Ese mismo día tuve que presenciar la escena terrible que ahora les narro:
Yo: Apenas acabo de pagar y él lo está haciendo bien– le respondo.
Mujer detrás: ¡Así que eres igual de lenta que él! La gente anormal como ustedes deberían dejar de molestar a los demás.
Chico: (se notaba ofendido) Señora, ella no es “no lista”, va a la Universidad– y señala el logo de mi universidad en mi sudadera–. Ella es realmente lista– dijo.
Yo: Y este chico es el mejor empaquetador de la tienda. Es muy cuidadoso y hace un trabajo excelente–. Él termina de empaquetar mis cosas y, sabiendo que iré de regreso a la residencia, me ayuda a colocarme las bolsas al hombro.
Mujer detrás: ¡¿Ahora también te ayudará a llevar tus cosas al coche?! Vaya delincuente, quiero ver al encargado.
Yo: Señora, yo me voy, pero ¿de verdad quiere llamar al encargado por algo que yo le he pedido a él que haga?
Chico: (dirigiéndose a mi) Que tengas buen día.
Mujer de atrás: ¡MONGOLO!
Hasta ese momento el cajero no había dicho nada, se limitaba a observar la escena con calma. Pero entonces dijo:
Cajero: Señora, no vamos a permitir que discrimine de esa manera a un empleado excelente y a una cliente habitual. Puede dejar aquí su compra, nosotros nos encargaremos de volver a poner las cosas en las estanterías más tarde. Por favor, retírese.
La mujer, ofendida, en vez de simplemente hacer caso e irse, comenzó a hacer un escándalo. Fue tal que terminó rompiendo una de las estanterías y tuvieron que sujetarla entre varias personas mientras el chico nos llevó a mi y a otro cliente detrás de las cajas para protegernos. Tuvimos que esperar a que la policía llegara y arreglara el asunto.
Una semana después regresé a hacer mis compras una vez más y el joven me atendió de nuevo
Chico: ¿Vienes otra vez?– dijo sorprendido.
Yo: Claro– le respondí. Él no sólo no había hecho nada malo, sino que actuó con amabilidad en todo momento. Su sonrisa en ese momento alegró mi día entero, es algo que no se olvida con facilidad.”
Aunque si bien es cierto que se empieza a integrar en la sociedad a personas con discapacidad, desgraciadamente, estas cosas pasan porque aún existen muchas personas desalmadas como esa señora, personas que hacen distinciones entre personas normales y personas “anormales”.
Es labor de todos luchar contra ese tipo de personas y hacerles entender que independientemente del sexo, color, edad o de una posible discapacidad, absolutamente TODOS somos seres humanos nacidos iguales. Vayamos por donde vayamos, es importante que siempre se regalen sonrisas porque una simple sonrisa, puede marcar la diferencia para una persona.
Si la próxima vez que vayas a comprar, o a cualquier otro sitio, te encuentras con una persona con Síndrome de Down, no te olvides de regalarle tu sonrisa y tu cariño porque él o ella, te lo devolverá con creces.