Cuando Jon Lancaster llegó a este mundo no tuvo un buen recibimiento, mientras estuvo en el vientre de su madre todo pintaba como un embarazo normal.
Era el primer hijo así que sus padres tenían ese sentimiento encontrado de miedo y deseo por tenerlo en brazos.
El día llegó, aquella madrugada su madre comenzó a sentir fuertes contracciones, estaba todo listo, la pañalera con la ropita y productos necesarios.
En camino al hospital sintió como el líquido de la fuente recorría sus piernas, el pequeño estaba listo.
Fue cuestión de un par de minutos para que el trabajo de parto diera inicio, pronto el bebé estaba fuera.
Los médicos no dejaron que la madre lo viera en el momento hasta explicarle la situación, pues había nacido con el síndrome de Treacher Collins, una enfermedad que causa deformaciones en el rostro.
La madre estaba desesperada quería saber qué es lo que estaba pasando, enseguida el médico encargado le explicó que tenía que mantenerse tranquila.
Que iba ser muy impactante ver a su hijo por primera vez, evidentemente no lucía como cualquier otro recién nacido.
Pero bastó un minuto para que la madre no quisiera ni tenerlo en brazos, sólo quería salir del hospital y no volver a ver a ese ¨engendro¨. Ni que decir del padre pues no se tomó el tiempo para verlo.
36 horas después el niño fue dado en adopción… Toda su infancia la pasó dentro del orfanato, ninguna familia se tocó el corazón para integrarlo en sus vidas, cada que se veía al espejo lloraba, se sentía vacío, desde pequeño sufrió de burlas y maltratos que lo único que provocaron eran esas ganas inmensas de acabar con su vida.
Sin embargo, 12 años después, un milagro ocurrió, un hombre millonario de avanzada edad conoció al chico, al ver su cara llena de tristeza se acercó a él y le hizo una increíble propuesta que cambiaría su vida para siempre “¿Quieres ser mi hijo?, nada me haría ser más dichoso que tener la fortuna de ser tu padre” …
Unos años después aquel buen hombre falleció, dejándole al joven toda su fortuna. Hoy es un joven de 30 años con metas y sueños como cualquiera, ha entendido que su enfermedad no tiene cura.
Su corazón está tan limpio que no guarda ningún rencor hacia sus padres biológicos y ahora con todo el dinero que heredo se dedica a dar pláticas por todo el mundo a personas de su misma condición, a quienes además les paga terapias psicológicas y tratamientos médicos. Tiene una novia a la que ama y se ha convertido en la esperanza de personas con este síndrome. ¡Bien por este joven!