El día de hoy te contaremos una conmovedora historia que un piloto llamado Chad ha compartido. La cual además ha conmovido a muchas personas.
Te pedimos que la leas completa y la comparta… Te gustara mucho!
“Algunas veces los regalos más importantes son involuntarios. Abordé la nave para revisar los mecanismos en fase de preparación para mi último vuelo del día.
Eran las 7.30 pm y era el día de víspera de navidad, pero en lugar de estar clavándole el tenedor al pavo de mi mamá.
Estaría ocupado llevando a cientos de personas para que se reunieran con sus familias.
Como es usual, siempre se escuchan los murmullos de los pasajeros pero hubo un pequeño susurro que escuché justo detrás de mi que llamó totalmente mi atención.
Un niño de 9 años estaba allí mirando el tablero de controles y, cuando voltee a verlo se dio media vuelta y se iba a ir, le dije “espera, ven aquí”.
Cuando vi al niño recordé la primera vez que vi un tablero de controles en un avión, brillaba como si fuera un árbol de navidad. Pero ahora que tenía 24 años me preguntaba si había tomado la decisión correcta porque estaba pasando mi primer noche vieja fuera de casa, llevando personas de una ciudad a otra.
“Mi nombre es Chad”, le dije, a lo que me respondió “soy Sam”, de inmediato miró hacia el asiento que estaba al otro lado y me preguntó “¿es para el capitán?”, “sí, es para el capitán Jim, ¿Quieres sentarte ahí?”.
Sus ojos se hicieron grandes y con algo de pena me respondió “No sé, quiero decir…¿No hay ningún problema?, entonces le bajé el asiento para que se sentara, además supuse que no habría ningún problema con eso ya que al capitán siempre le ha gustado explicarle a los niños cómo funcionan algunos de los aparatos.
Cuando vi los maletines que subían al avión pensé en los regalos que no podía darles a mis padres o a mis amigos en esa navidad. Mientras le explicaba a Sam cómo funcionaban algunos de los botones y palancas el me contaba que el y su familia habían volado desde Memphis. El capitán estaba a punto de llegar pero el pequeño Sam se veía tan emocionado de estar allí que no quise decir nada.
Cuando el capitán llegó y vio a Sam allí le dijo “No me molesta que te quedes con nosotros un rato si me dejas sentar ahí”.
Era hora de preparar el despegue y pensé que el capitán enviaría a Sam a su lugar pero no lo hizo. En un momento el capitán nos dijo “Chicos, ustedes dos sigan adelante y preparen todo”.
Empecé a encender todo y voltee a ver a mi nuevo asistente y le pregunté “¿Alguna vez has arrancado un avión Sam?”.
Me miró con sorpresa y con los ojos muy abiertos negó con la cabeza, entonces empecé a darle instrucciones le dije que oprimiera un botón que activó los iniciadores, después otro botón que encendió el motor y por último, la palanca que introduce el combustible.
No sé si yo me.lo hubiera creído a esa edad, pero Sam quedó muy sorprendido con lo que acababa de hacer: poner un avión en marcha lleno de pasajeros. Después de esto, le di las gracias al pequeño Sam por ayudarnos. A lo que Sam respondió “No, gracias a usted señor, ¡Fue fantástico¡”.
El capitán hizo sonar fuerte el motor del avión que el, había encendido y le dijo “Feliz Navidad, hijo”.
Sam se alejó de la cabina pero no sin antes darle un último vistazo al techo de la cabina, parecía como si estuviese a punto de llorar de lo feliz que estaba.
Al día siguiente cuando nos dirigíamos a la cabina rumbo a Atlanta, uno de los agentes de la entrada nos llamó para decirnos que la madre de un niño había ido en la mañana para que les diera las gracias por haberle enseñado el panel de controles a su hijo, también dijo que el niño no paraba de hablar de eso.
Les dejó también un pequeño detalle, era un galleta con una nota. El capitán empezó a leerla, me volteó a mirar y me dijo “el niño tiene cáncer”.”
ESTIMADOS SEÑORES:
“Gracias por haberle permitido a Sam ver cómo trabajan, el padece de cáncer y tiene que recibir sus quimioterapias en Memphis, siempre lo llevamos al hospital el auto pero como sabemos lo mucho que le gusta los aviones, decidimos volar a casa de regreso, no estoy segura de que pueda volver a tomar un avión algún día.
Los médicos nos dijeron que a Sam no le queda mucho tiempo y su sueño siempre ha sido ser piloto. El pequeño vuelo que tomamos de Memphis a Atlanta fue muy emocionante para el, ustedes dos le han dado el mejor regalo de navidad que jamás haya recibido.
El capitán no podía dejar de mirar la nota y llegamos a la pista a cumplir de nuevo con nuestro trabajo y nuestra pasión. Claro que, el capitán tenía su voz algo quebrada mientras me hablaba.
Haber conocido a Sam me enseñó que muchas veces, los regalos más lindos los damos sin siquiera darnos cuenta y que los más valiosos los recibimos de personas que no conocemos”.
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